FRAGMENTOS DE ALGUNOS COMENTARIOS QUE SE HAN DEDICADO A LA OBRA DE CRISTINA LACASA

“... Esta poesía es, ciertamente, poesía desnuda, no al modo conceptual juanramoniano, sino en el sentido vital, de roce estremecido de una piel, de una carne, sobre el contorno expectante. Poesía candorosamente abierta que muestra el pliegue doloroso de la desesperanza vital, sin tomarse el trabajo —la pena— de cubrir con crespón de música la honda desgarradura, la sucesión monótona del tiempo, de un instante sucesivo, en que no florece la rosa... Es una poesía radicalmente lírica; es decir, profundamente sincera.”


GUILLERMO DÍAZ-PLAJA (de la Real Academia de la Lengua Española). «ABC». 30 de junio de 1966. (Fragmento del comentario al libro Poemas de la muerte y de la vida).

“...No he leído su libro Con el sudor alzado de “un solo sorbo”, sino “gota a gota”, como debe leerse la Poesía verdadera. Al cerrar el libro, después de haberlo paladeado hacia atrás y hacia adelante varías veces, me queda la impresión luminosa de un hallazgo. Como usted sabe, no es nueva para mí su fina sensibilidad de pensamiento y de expresión; pero ahora se ha superado usted a sí misma. Algunos poemas como “La amnistía”, “Voy tropezando”, “El pan” y los dos que terminan el libro, me han estremecido con la vibración trémula de su palabra segura de lo que dice y lo que calla.”

SAMUEL GILI GAYA (de la Real Academia de la Lengua Española). 14 de marzo de 1964.

Cristina Lacasa nos ofrece un mundo magníficamente iluminado por el amor, con voluntad de vuelo y transformación de las cosas del mundo… Yo no sabría reducir a esquema todo el llameante mundo interior de Cristina. Es una voz tremendamente lírica, es decir, profundamente interior. Es un monólogo contorsionado que asciende de la materia a la luz. Un duro y delicado grito de protesta, envuelto en ‘el terciopelo rojo de su feminidad apasionada. Un anhelo patético de belleza y amor. Hay en esta criatura poética un emocionante denuedo, una extraña energía interior.”

Guillermo Díaz Plaja. Real Academia de la Lengua Española. Madrid.

Cristina Lacasa debe de sentir, como cuando era niña de vacaciones, un constante arrobo ante la vida. Pero ese embelesamiento, que hoy da origen a su acendrada poesía, es combate, incesante recorrido, sed de horizontes como folios vírgenes. Y —confiesa— le cuesta. Ha de sudario, hacerlo de artesanía, con las manos llenas de corazón. He aquí un principio válido para cualquier obra rigurosamente poética. Gracias a él no puede extrañarnos el hondo placer, entreverado de inquietud y de ardor, que sentimos al penetrar en ei recinto poético de Cristina Lacasa... Si su pie anhela ser ala es para hundirse con más exploradores ojos en el misterio de la tortura poética. Sólo sintiendo esa tortura se puede escribir poemas como los de Cristina Lacasa: poemas que nos gusta de volver a leer porque uno se siente identificado con ellos.”

Miguel Dolç. Madrid.

“…Nací un 12 de mayo con la aurora / acercando sus pájaros... Perfectamente inteligible, absolutamente poético, logrado en la intensidad y en la sencillez. Y, página a página, Cristina Lacasa va convenciéndonos de muchas cosas de su indiscutible gracia lírica; de su sencilla pretensión de no ser sencilla; de su delicada forma de manifestar su patetismo; de su facilidad para las imágenes; de su levedad de acuarela para colorear ensueños, afanes y recuerdos... El sincero, el entrañable, el comunicativo lirismo de Cristina Lacasa tiene otro mérito no menos seductor: ser como es, manifestarse fiel a sí misma, con unas palabras que han perdido su genealogía gramatical para refugiarse en la más noble de las genealogías poéticas.”

Federico Carlos Sáinz de Robles. Madrid.

“…Poetisa de voz recia y desbordado corazón, voz que suena limpia, clara, sin rencores, conocedora de la transitoriedad de lo terreno, de su escasa firmeza.. Navegando ese “mar” agitado de su libro anterior, uno podía darse cuenta de que estaba ante una mujer poeta por la gracia de Dios, en la que se fundían en mágico equilibrio serenidad y rebeldía, ternura y dolor, amaritud y esperanza... Cristina Lacasa se acerca a la abertura de su corazón y lo contempla y lo deja contemplar “como un paisaje bajo el sol”, extendido y hermoso. “Soy poeta a la fuerza por el solo / hecho de haber nacido entre dos luces”, escribe. Razón singular y suficiente.”

Carlos Murciano. Madrid.

”…Procuro tasar los adjetivos, porque tengo un terror casi físico a lo desmesurado. Pero esta vez lo de admirada me ha brotado con tanta espontaneidad, que prefiero dejarlo como está, sin temer que lo reciba como un lugar común, hueca fórmula de cortesía... He leído su libro no de “un solo sorbo”, sino “gota a gota”, como debe leerse la Poesía verdadera. Tras haberlo paladeado hacia atrás y hacia adelante varias veces, me queda la impresión luminosa de un hallazgo... Sus poemas me han estremecido con la vibración trémula de su palabra segura de lo que dice y lo que calla.”

Samuel Gili Gaya. Real Academia de la Lengua Española. Madrid.

”…Existe una entramada unidad entre poesía y mujer, entre poema y mundo circundante, entre objetividad y subjetividad dialécticamente asumidas. Por eso está muy lejos de ser una obra aséptica, de evasión o de refugio en la mera contemplación de ¡a belleza. Toda ella, por el contrario, está vibrada de alma insatisfecha, de bullente palpitación ante los múltiples dolores humanos... Los grandes temas sociales —justicia, paz, igualdad, libertad— y los trascendentes —amor, muerte, eternidad— constituyen prácticamente el caudal más vasto y más vibrante de este poemario (Mientras crecen las aguas)... Finalmente, un estilo límpido, sin alardes, sin concesiones a ningún esnobismo o moda, sin la menor tendencia hermética, abierto, aun en su intención simbólica, por momentos. Pero también muy personal y directo en un verso cálido y en un lenguaje sin rebuscamientos. Poesía ciertamente actual, con férrea armonía, palpitación pura a transparente golpe de palabras.”

Rolando Camozzi. Madrid.

Cristina Lacasa es una de las voces más firmes, más cálidas, más personales, de la poesía española contemporánea. Una poesía de calidad poco común, a través de la cual se manifiestan una sensibilidad exquisita y un sentimiento generoso y abierto... Asume todo el dolor, roda la angustia, todos los sueños, toda la sed de esta Humanidad de la que forma parte. Por eso su poesía tiene, además de altísimos valores éticos y estéticos, un claro valor testimonial.”

Enrique Domínguez Millán. Madrid.

Cristina Lacasa es, sin duda, una de nuestras escritoras más llamadas a interesar, que más nos hablan al alma, a la espiritualidad que no desdeña —como la de Teresa de Ávila— andar entre los pucheros y el dolor nuestro de cada día. Se la ve abordar innumerables temas y problemas con una humanidad movilizada por el corazón y el pensamiento que se resiste a aceptar lo inaceptable… Me gusta esta poesía; es limpia, clara, a veces estallante. Es tierna, pero sin que ello le blandee la voluntad de entrar en acción... Nunca se pierde del todo una voz dolida, una exclamación sostenidamente convidante a cualquier ponerse en marcha y desandar los malos pasos. Este libro, fuerte en medio de los desfallecimientos, como una prueba más —y no pequeña— así lo proclama.”

Manuel Pinillos. Zaragoza.

“...Los dos últimos versos —sobre todo— aseguran el fervor lírico, de quien ordena a su voz —es decir, a su alma— la fidelidad al poema. Bello ejemplo, lección de elevado espíritu y de devoción a la Belleza... En ella lo entrañablemente emocional se solidariza con lo afinadamente intelectual... La poesía es UNA — existe o no, es o no es— sea ella masculina o femenina, infantil o “negra”... El lirismo social de esta escritora se vuelca en páginas como su poema en elogio de la paz...”

Gastón Figueira. Montevideo (Uruguay).

“Menos conocida de lo que en realidad merece, Cristina Lacasa ha escrito y sigue escribiendo poesía íntima e intimista... Lacasa no es una poeta desconectada de la realidad social pero tampoco es una escritora cuya subjetividad quede eclipsada por el compromiso activista. Su autodescubrimiento no ocurre de repente: es un proceso lento, un largo sendero que discurre por todos los poemarios de Lacasa. Desde sus primeros versos Cristina Lacasa se revela como poeta bien consciente de la naturaleza, no siendo ésta mero escenario intelectualizado donde situar sus disquisiciones estéticas, sino tina realidad palpable y espiritual. Su visión y su voz desembocan en lo profundamente trascendental.”

Barbara Dale May. University of Oregon. Estados Unidos.

Cristina Lacasa o el SOS de la lírica... Al mar le bombardean sus entrañas con letales residuos radiactivos, y refiriéndose a los árboles, con voz conmovedora dice: estáis ahí ya ejecutados; ebrios de muerte en (a más honda trama. / Manos como alacranes vengativos siembran cerillas en los montes plácidos... Etc. Estos versos de Cristina Lacasa nos dan el tono, las esenciales raíces y el singular valor testimonial de sus RAMAS DE LA ESPERANZA, libro que debiera ser traducido a todos los diurnas de la tierra, leído en las escuelas, comentado en los trenes, discutido en los ambientes donde la palabra se agota, por ahora, en hablar de millones, mientras la naturaleza es envenenada y destruida... La lectura de estas inolvidables páginas ciertamente conmueve, tanto por su belleza lírica, su musicalidad, su lenguaje y otros atributos del ámbito de lo poético, como, esencialmente, por el mensaje que intentan trasladar al hombre, a esa criatura tan afanada en amasar fortunas, planificar o mantener guerras y colonizar naciones; y con tan poco tiempo para reflexionar sobre asuntos tan graves como los que atañen al medio ambiente:
la tierra, el agua, el aire, el suelo: elementos contaminados que, pese a todo, continúan sustentando la vida sobre el planeta... ¿Quién que leyera estas bellas páginas y tuviera una pizca de sensibilidad y de conciencia de lo que acontece a su alrededor no lloraría interiormente?”

César Augusto de León Morales. Guatemala.

“…Por ser portadora singular del espíritu que invade todas las cosas, Cristina Lacasa está llamada a celebrar, con el don de la Palabra-Luz que Helio Custodio e confiere, la belleza indescriptible y la simetría dinámica de la creación. Al vivir esta dimensión espiritual, comparte la grandeza del Universo... La infinitud del pétalo posibilita el diálogo con ese universo interior, donde los polos opuestos se armonizan según la Ley universal del Amor; induce a construir nuestra propia espiritualidad, mediante una toma de conciencia importantísima, ya que la luz que emana de sus palabras es transformadora, vivificante y poderosa. Obviamente, para el homo spiritualis, el diálogo con esa realidad profunda significa el encuentro con lo sagrado. El fuego es transformación y regeneración: este poemario de Cristina Lacasa nos quema con su fuego interior, nos ofrece un camino y una respuesta a las eternas preguntas.”

M. L. Peggy von Mayer. Universidad de Costa Rica.

“Su búsqueda es constante, acuciada por el tiempo que no se detiene y por eso la va colmando de dones. Así,--toda su vida se va desplegando como un abanico de contradicciones y de actos diversos. Ya estaba fortalecida por el tiempo y la energía de su riqueza espiritual, y superó los insensatos momentos de una existencia conflictiva, con el triunfo de quien se brinda con amor y no padece rencores. El poema “Alquimia”, es un verdadero retrato interior del que la poetisa triunfa con un final emocionante... Todo el poemario es una autobiografía del alma, cual si hubiera mirado al interior y l retratara en un lirismo profundo, lleno de símbolos y metáforas, pero milagrosamente inmersos en la más auténtica emoción, en el más verdadero sentimiento. Y en esta felicidad de haber vivido no está todo dicho: queda mucho tiempo para seguir el camino, proseguir la búsqueda que nunca acaba.”

Norma Suiffet. Montevideo (Uruguay).

Cristina Lacasa debe de sentir, como cuando era niña de vacaciones, un constante arrobo ante la vida. Pero este embelesamiento, que hoy da origen a su acendrada poesía, es combate, incesante recorrido, sed de horizontes como folios vírgenes. Y —confiesa— le cuesta. Ha de sudario, hacerlo de artesanía, con las manos llenas de corazón. He aquí un principio válido para cualquier obra rigurosamente poética. Gracias a él, no puede extrañarnos el hondo placer, entreverado de inquietud y de ardor, que sentimos al penetrar en el recinto poético de Cristina Lacasa... Si su pie anhela ser ala, no es porque se anticipe a contemplar la calma de la altura, sino para hundirse con más exploradores ojos en el misterio de la tortura poética. Sólo sintiendo esta tortura se puede escribir poemas como los de Cristina Lacasa: poemas que uno gusta de volver a leer porque se siente identificado con ellos”.

MIGUEL DOLÇ. «Destino”. 3 octubre de 1964. (Fragmento del comentario al libro Con el sudor alzado).

“¿Poesía hermética la de Cristina Lacasa? Felizmente, no. El primer poema de su reciente libro sirve para desarrugar el entrecejo, para lubricar la irritación... Nací un 12 de mayo, con la aurora acercando sus pájaros... Perfectamente inteligible, absolutamente poético, logrado en la intensidad y en la sencillez. Y, página a página, Cristina Lacasa va convenciéndonos de muchas cosas de su indiscutible gracia lírica; de su sencilla pretensión de no ser sencilla; de su delicada forma de manifestar su patetismo; de su felicidad para las imágenes; de su levedad de acuarela para colorear ensueños, afanes y recuerdos... Insisto en que el título Con el sudor alzado me parece conceptuoso en exceso para encubrir una tan delicada y deliciosa mercancía como el lirismo de Cristina Lacasa, singularmente transido por la emoción más contagiosa… Me he cantado a mí misma y tengo la garganta seca... ¡Exacto! Sólo poéticamente podemos explicarnos lo que tantas veces nos ha sucedido: tener la garganta seca de tanto habernos cantado sin voz; estar rendidos de tanto haber caminado hacía nosotros mismos. Pero el sincero, el entrañable, el comunicativo lirismo de Cristina Lacasa tiene otro mérito no menos seductor: ser como es, manifestarse fiel a sí misma, con unas palabras que han perdido su genealogía gramatical para refugiarse en la más noble de las genealogías poéticas.”

FEDERICO CARLOS SÁINZ DE ROBLES. Diario «Madrid». 14 de abril de 1964. (Fragmento del comentario al libro Con el sudor alzado).

Cristina Lacasa, desde su mundo lírico, abierto al dolor ajeno, estremecido ante la brutalidad y la injusticia, nos envía en sus versos una urgente demanda de amor, humanidad y ternura. La contemplación del turbio y sangriento mundo en que nos ha tocado vivir, la anonada. Así, escribe:

« ¡Cuánta sangre me mira
desde la antorcha inmensa de la tierra! »

Un hermoso libro, en fin, cuya aparición, por su sinceridad, su autenticidad y su belleza puede uno saludar jubilosamente.”

MANUEL ALONSO ALCALDE. «Poesía Española». Marzo de 1970. (Fragmento del comentario al libro Encender los olivos como lámparas).

Cristina Lacasa es una de las voces más firmes, más cálidas, más personales, de la poesía española contemporánea, no ya sólo de la poesía femenina. En su sosegado retiro de Lérida, donde reside desde su infancia, ha cuajado una poesía de calidad poco común, a través de la cual se manifiestan una sensibilidad exquisita y un sentimiento generoso y abierto.
“...Porque Cristina Lacasa no se conforma con una parcela limitada del sentimiento; muy al contrario, asume todo el dolor, toda la angustia, todos los sueños, toda la sed de esta Humanidad de la que forma parte. Por eso su poesía tiene, además de altísimos valores éticos y estéticos, un claro valor testimonial.”

ENRIQUE DOMÍNGUEZ MILLAN. «El mundo de los libros»
de Radiotelevisión Española, diario hablado cultural de RNE. 6-2-1978.


"El tema general de este libro ("Despertando la rosa y el instante"), es el amor, que se edifica a partir del origen físico del amado, referente a sus padres, su origen y todo el ámbito que lo rodeó siempre, en arte, música, ciencia y literatura. Y nunca pierde de vista el ambiente natural que lo envuelve.
Cada poema evoca una figura de la ciencia o el arte que se vinculó a él a través de lo que le es más querido: su violín o los libros y la infaltable referencia a los ríos, las aguas y los entornos naturales, entremezclados con los hilos que pautaron su vida.
Son poesías rebosantes de sensibilidad y de luz, envueltas en la perfección formal del soneto o la belleza musical de los poemas más extensos.
Es un amor extraño, fuera del tiempo, que parece venir desde alturas imposibles para proyectar sus vivencias, reforzadas por la grandeza de una sensibilidad singular, a esas mismas alturas de donde provino, pero transformadas en algo que no tiene nombre,
que no es material, que es tan único e irrepetible, como estas experiencias, que para la poetisa escapan a la razón y a todo lo humano para convertirse en un soplo sublime, único y sobre todas las cosas, intemporal.
Creo que nunca se ha escrito un libro de amor tan hondo, tan jubiloso, tan entremezclado con la vida y lo interior, tan lejos de vulgaridades y estridencias, como esta rosa que está fuera del instante, pero dentro de la poesía más elevada, para siempre."

Norma Suiffet.- Montevideo. (Uruguay)