PLEAMAR DEL SILENCIO

"Pleamar del silencio" es un homenaje a sus padres y por extensión a todos los padres.

"
A mis padres, que no sólo me dieron sangre y ruta, sino tesoros de ternura, alas y sol".

Cristina Lacasa.

LECTURA DEL POEMA "PLEAMAR DEL SILENCIO", POR CRISTINA LACASA








PLEAMAR DEL SILENCIO

Ganando una espiral de singladuras,

desde remoto origen, navegaron.

Un resplandor de zodiacal promesa
les procuró tenacidad y aliento,
transmutando su etéreo volumen
en certeza de huella y de simiente.

Hebras de sol rompiendo embozos plúmbeos,
en la brasa vital hallaron dársena
y recalaron sin temor, al cósmico
conjuro obedeciendo; en tanto el ritmo
del infinito devenir grababa
una estrella en su frente, nimbo y brújula.

Sabían que su tiempo era en el Tiempo
menos que una pavesa o un latido,
pero vivieron, prestos,

la floral oriflama del instante
y su escondida almendra; perpetuaron
lo transitorio. Intensidad del rapto
consagrando su unión como un altar.

Culminada su órbita y llamados
a otro convés, su física envoltura
se quedó en la ceniza.
Libres ya del reloj y de la herumbre
se fundieron, arroyos que retornan,
en la más insondable
pleamar del silencio.








María Begué Bayona con Perla. 1962.


FUSIÓN SUPREMA

Él había partido. Fue en verano,
cuando los aires hablan de cosechas,
transportando en su lengua libre y cálida
la olorosa dulzura de los frutos
y gana el sol quilates y los astros
refulgen más. Cuando los días visten
sus prolongadas túnicas de luz
y su alegría de vivir proclaman
las sustancias vibrantes, esos reinos
de la Naturaleza en ascensión.
No volvimos a ver sus tutelares
ojos, sendos caminos sin revueltas.
conduciendo a la paz y al bienquerer;
ni su frente sin nubes en su arcano
encumbró pensamientos. No supimos
en qué viaje, en qué órbita, en qué oculto
resplandor moraría desde entonces.

Ella le amó en la vida y en la muerte,
sin desfallecimientos y sin treguas.
Una certeza de infinito henchía
su átomo de lo eterno, permanente
heraldo de sutiles inmanencias;
se mantenía tenazmente alzada,
en vuelo zodiacal, hasta el eclipse.

Y esperó que las lluvias y los vientos

hicieran su labor. En la armadura

de los años fue hilando su pasaje.

Pero también bordaba la parábola

de sus días vitales, en rendida

y cuidadosa vela, para izarse

sobre la ausencia y el pesar, paliando

el inicial clamor con eslabones

de esperanza. Imprimió incansables huellas

por cimas y por cauces, en jornadas,

aunque largas, voraces de su tiempo.

Fermento humano que creció y declina.

Un implacable día del otoño

pero acaso clemente y no eludible,

llegó al final de ruta, tuvo acceso

a otra realidad, selló sus labios

con la oblea candente del Enigma.

Alcanzó la medida del abrazo

definitivo y diáfano. Él y ella

de nuevo una Unidad bajo el Albor.


LECTURA DEL POEMA "ELEGÍA", POR CRISTINA LACASA





Elegía (ante el retrato de mi padre), poema leído por Cristina Lacasa

Vicente Lacasa Bendicho. 1962.

ELEGIA ANTE EL RETRATO DE Ml PADRE


Ahora me miras siempre desde un rostro
que no envejece; estás a mis espaldas,
cuando esbozo recuerdos entre pluma y cuartilla,
revestido de un marco dorado, con los hombros
rompiendo en su moldura y esos ojos
parados en un punto, centro de gravedad
de un segundo, quién sabe por qué viento impelido,
indefinidamente prorrogado
en esa imagen plana que nos da
el blanco y negro de la fotografía.
Proyectando el instante, que es medida,
cambio y limitación,
casi fuera del tiempo; proclamando
una versión de ti, opaca y única.


Tu hermosa frente amplía la nobleza
de tu faz, detenida
en lo inerte, en la sombra
que arroja una huella cualquiera.


Y, sin embargo, tú
que no existes para mis manos, que no ocupas
tu lugar en la mesa y has dejado
tan pronto la pequeña alegación
del latido, te agrupas tras la clave de mis sienes
tienes parte fundamental en cada una
de mis células; naces con mi voz
de nuevo, en la palabra que pronuncio
tributaria de amor; y está tu sangre
aunque en mí combativa, alimentando
también alguna fría víscera
de cemento y ladrillo, tierra al fin,
que en cuadrilátero custodia,
el secreto de tu substancia,
hueso y aire oxidándose;
mientras aquí tu imagen aún perdura
en claroscuro, con la frente
libre del pulso de los días, de su arruga
implacable. Velando desde un cuadro,
pájaro disecado que en su ficción pervive,
tu propia pena o tu sonrisa, el fuego
en que me extingo, prolongada herencia de ti
por tu beso posible, y arreciada
como corriente de aire que la tormenta empuja.


Eres un marco y un retrato, estampa
impresa con los rasgos humanos, solamente
para todos los ojos que, franqueándote,
no nivelan la lágrima dulcísima
que su raíz de agua incrementa en los míos
al herirme en tu nombre, silenciado
tanto tiempo para los labios, padre.






"Busco la rosa inédita
que custodia el instante intemporal."
Cristina Lacasa