Cristina Peña Lacasa



En aquel tiempo infausto,
llegaste a nuestra vida.
Venías malherida, el infortunio
te había arrebatado la esencial
y férvida presencia de tu madre.


No fue posible compensar su pérdida.
La nuestra, tan reciente, nos tenía
sumidos en un pozo de quebrantos.


Nuestra común abuela nos dio el nombre
y el Alcanadre una visión y un cauce.
Tú eras muy niña aún, yo me iniciaba
en tantos imprevistos y rompientes...
Desde entonces tú ocupas
el lugar de una hermana bienamada.


Cristina Lacasa, 1956